Tres acordes y una verdad. La esencia de la nueva música de protesta.

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La relación entre el instinto rebelde ante la autoridad y la agitación social han ido de la mano desde siempre. La música responde a formas de expresión y como una herramienta donde se plasman emociones, inconformidades y exigencias del sentir social. En estos años tiempos turbulentos y confusos muchos se preguntarán ¿a dónde han ido las canciones de protesta?

La canción protesta agito importantes cambios culturales en el siglo XX, para los países de América Latina, esto inauguró una transformación donde se sentaron las bases para una nueva canción latinoamericana. Desde Woody Guthrie, Victor Jara, Bob Dylan, toda la contracultura de los sesenta y hasta Rage Against The Machine, las letras de denuncias y luchas sociales han estado presentes en las letras del rock n roll.

Con las recientes muertes de varias leyendas y personajes de la música, las canciones que hacen críticas a los sistemas políticos, la pobreza y la violencia policial, también parece que se han ido desvaneciendo poco a poco. Pero eso no es del todo cierto. Así como los tiempos cambian, la música también lo ha hecho. Las canciones rebeldes no han dejado de sonar y sus mensajes han pasado desde los acordes folk, la furia del punk hasta el más afilado y moderno hip hop.

Es cierto que ahora ya no es tan común escuchar un himno como “For What It’s Worth” de Buffalo Springfield, canción que ha trascendido generaciones o una banda tan controversial y agresiva como lo fue Rage Against The Machine. Pero el disgusto y la disconformidad son elementos que vienen inyectados en el espíritu adolescente, ese mismo que encendió el fuego del rock n roll.

Cada generación ha tenido canciones y discos que definieron y capturaron su paso en la historia. Y parece ser una impresión general que el fuego de las canciones de protesta, simplemente se apaciguo y no han surgido nuevos temas que sirvan como una voz colectiva de los días raros en los que vivimos.

La tradición country y folk se vio traicionada cuando Dylan se enchufo a un amplificador, pero más tarde se dieron la mano con el nuevo sonido del llamado Americana, instaurado por The Byrds y Gram Parsons y reinventado en los 90 con Uncle Tupelo. La canción sureña y sus símbolos siempre han estado en la mira de la controversia, en algún momento de la historia, la industria musical se apoderó de las historias de country y lo ablando, maquilló y este perdió para el mundo su esencia, más no su voz.

La nueva esencia del country alternativo se ha ido forjando a un paso lento, pero puntiagudo y sin necesidad de usar las botas. En algún momento de la historia del country, las insubordinadas canciones que Johnny Cash canto en la Prisión de Folsom quedaron archivadas para solo guardar polvo, Willie Nelson empezó a sonar ñoño y el country pop se comenzó a apoderar de las listas de popularidad. El Country sucio y desobediente de lo tradicional se quedó desplazado. Los forajidos y country punks siguieron gritando y denunciando al sistema, la guerra y la violencia.

La comercialización del country hizo que se quedaran relegados muchos autores que de alguna forma conservaban la llama de componer canciones que inspiraran un cambio y que actuarán como conciencia sobre las cosas que están mal y lo que  podemos cambiar. John Prine era uno de ellos.

Para fortuna de la generación que apreció y aprendió de esa escuela bandolera, en los últimos años se han escrito miles de nuevas canciones, con el humor de John Prine para burlarse de las malditas tonterías que pasan en el mundo, canciones sobre la humanidad, canción de amor, odio y que en un mismo verso te pueden hacer reír y llorar, música para agitar nuestra conciencia y enojo.

Fuera de lo tradicional y con una mezcla a lo ZZ Top, podemos encontrar a tipos como Sturgill Simpson.  Oriundo de Kentucky y quien en los últimos años se ha convertido en una de las mejores piezas de nuevo outlaw country. En 2017 fue invitado a tocar en el programa de SNL, acompañado de una tremenda banda y una sección de metales, Sturgill se planto y pareció una gran mentada de madre al todos el country moderno. Esa noche toco  el tema “Call To Arms”, una potente crónica y canción de un veterano abandonado por su país, tal vez es probable que no lo vuelvan a invitar a tocar en el programa, pues esa presentación le mostró el dedo de en medio a la industrial y patriota de Estados Unidos, justo como les pasó en ese mismo programa a Elvis Costello y Rage Against The Machine al salirse del guion y tocar una canción no aprobada. Una presentación que hay que ver de inicio a fin.

Bandas como Drive By Truckers se han consolidado fuertemente como uno de los mejores actos que representan al llamado rock sureño, con guitarras ruidosas a lo Neil Young y fuera del estereotipo e imagen de sur, la banda también se ha ganado la reputación de no tener ningún disco malo. Sus últimos dos álbumes ‘American Band” y “The Unravelling” son una denuncia al sueño americano, un brutal llamado a los ideales racistas y violentos que Estados Unidos ha proclamado desde la guerra civil.

Pero no todo es reclamo, la canción protesta no sólo evoca a la denuncia, también tiene como objetivo golpear en los sentidos para despertar empatía, esperanza y transformación. Contando esas historias y vivencias para no repetirlas. “American Band” abre con un poderoso riff y una letra que habla sobre el asesinato de un joven mexicano y su encuentro con la patrulla fronteriza.

La nueva música que habla de estas inquietudes apunta a hacer preguntas, a contar la realidad y buscar respuestas que tal vez van más allá de las simples canciones, pero como dice Willie Nelson, «una auténtica canción country son tres acordes y una verdad», esos mismos tres acordes fueron los que aprendió Joe Strummer y que nos enseñó con The Clash y son los que ahora tocan Rhiannon Giddens, Drive By Truckers, Jason Isbell, Hiss Golden Messenger, Idles, es lo que se escucha en las letras de Denzel Curry y hasta Run The Jewels.

La violencia, la corrupción, los malos tiempos parecen ser atemporales, pero también es la música que la combate desde su trinchera.

Photo: Phil Clarkin


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